miércoles, 21 de marzo de 2012

Miradas en el tren

Como no podía ser de otro modo, llegaba tarde. El tiempo, el atmosférico, tampoco ayudaba a la carrera. Tras unos días de adelantado calor, el día había amanecido lluvioso y el bochorno dominabas las calles. Mirada al reloj, pequeño acelerón, nueva mirada al reloj. Sin saber cómo me pierdo en cualquier vano pensamiento para darme cuenta que he bajado el ritmo. Acelero de nuevo tras fustigarme mentalmente para llegar a la estación a la vez que el tren que debía tomar.

jueves, 8 de marzo de 2012

Apoyo quebrado

No hay peor golpe que ése cuando te caes porque tu apoyo se quebró, que el que recibes porque tu escudo se desmaterializó frente a tus ojos.

jueves, 1 de marzo de 2012

Cayendo

El sol había deslumbrado sus ojos, pero no los necesitaba para saber que estaba cayendo. En algún momento de un futuro próximo que no alcanzaba a poder concretar, su espalda daría de bruces contra el suelo. Era un hecho.

No sabía desde que altura se había precipitado ni cuánto llevaba cayendo, pero algo en su cabeza le decía que el viaje estaba siendo muy rápido, demasiado. Tanto que el aterrizaje debería ser fatal, mortal. Sin embargo algo notó bajo su hombro derecho. Al principio sólo era un pequeño roce, pero luego parecía afirmarse aquel contacto que se oponía al movimiento descendente de su cuerpo. A penas había frenado la caída éste, cuando sintió de nuevo otro contacto, esta vez bajo su costado izquierdo. Ni el primero ni el segundo tenían potencial suficiente para evitar el futuro y aparatoso aterrizaje, pero con fuerzas aunadas, la velocidad iba en detrimento.

No fueron dos, ni tres los contactos que se formaron. Infinidad se sucedieron, unos más firmes y vigorosos, otros más duraderos y lábiles. Ninguno consiguió detener la caída pero sí ralentizar el viaje. Sus ojos se recuperaron y comenzaron de nuevo a curiosear lo que les rodeaba. Y ahora, tras tanto contacto anónimo, el súbito desenlace de aquel malcarado viaje no parecía tan malo. Dolería, por supuesto que dolería, pero lograría salir de una pieza gracias a aquellas manos amigas, que no es decir poco.