miércoles, 30 de noviembre de 2011

Voces de una historia

Si aquel día, después de caer la noche, alguien se hubiera arrastrado furtivamente a aquella cabaña. Si hubiera dejado tras de sí el lúgubre páramo que la rodeaba guiado por la tenue luz de la bóveda celeste. Si alguien hubiera mirado a través de los resquicios de la vieja madera. A través del empolvado y desgastado cristal de las numerosas y pequeñas ventanas. Si hubiera mirado hacia el sombrío interior, entre aquellas paredes, habría podido observar, a la escasa luz de aquella pequeña vela, un rostro indeciso. Habría observado también como sujetaba, casi con hastío, una pluma impregnada en demasiada tinta, que goteaba sobre la parca mesa. Habría podido contemplar incluso, si hubiera sido cauteloso, que lo ojos de aquel rostro miraban, sin ver nada.